Este disco va a ser la muerte profesional y comercial de Willie Colón’, concluyó uno de los participantes de la reunión.
Era 1978, Nueva York. Jerry Masucci, dueño de Fania Records, había convocado a tres de los más importantes disc jockeys de la ciudad para escuchar por primera vez las siete canciones de Siembra, el nuevo disco de Willie Colón y Rubén Blades.
No les gustó. ¿Cómo les iba a gustar si la pieza más corta tenía 4 minutos con 50 segundos? Por esos días las canciones rondaban los dos y medio minutos, lo que permitía a las emisoras programar dos o tres canciones seguidas por tres minutos de anuncios comerciales.
Había un tema que, además de tener un ladrón y una prostituta que terminaban matándose, duraba siete minutos. ¿Quién decía que los oyentes no se aburrirían y cambiarían la emisora?
Entre los seguidores de la salsa en Nueva York todavía no era bien visto que fuera Rubén Blades y no Héctor Lavoe quien hiciera dupleta con Willie Colón. Lavoe y Colón formaron uno de los mejores binomios de la salsa.
Siembra salió. Cuando empezó a promocionarse Pedro Navaja algunos dj en emisoras de Nueva York hicieron lo lógico: editarla, para hacerla más corta. Cuando los oyentes cayeron en la cuenta, levantaron sus teléfonos para quejarse. Era la ira de los conversos.
Porque Siembra convirtió a miles a la salsa, derrumbó el mito de que era solo para bailar y cautivó a quienes hasta entonces la miraban con el rabillo del ojo.
Aquiles Lombardo, quien labora en estaciones de radio en Panamá desde 1970, comenta que Blades condujo a la salsa a “lugares donde nunca se había escuchado”. Por aquella época trabajaba en Estéreo Panamá, una emisora de rock, pero los discos de Rubén eran bien acogidos allí”.
Ojos (4:50 minutos), Siembra (5:21), María Lionza (5:27), Buscando Guayaba (5:43), Plástico (6:37), Dime (6:59) y Pedro Navaja (7:21), siete canciones que sí gustaron al profesional, a los de izquierda, a la abuela, al trabajador.
Fue el primer disco de salsa en vender un millón de copias, en un tiempo en que vender 40 mil se consideraba un éxito y vender 100 mil era extraordinario. Hasta ese momento la salsa tenía su principal mercando en la Gran Manzana y en Puerto Rico; con Siembra se expandería a otros países de Latinomérica.
Tacho Puertas, vinculado a la radio panameña desde 1987, opinó que este disco fue un “fenómeno sociológico en nuestra América, al unificar los anhelos y aspiraciones sociales de una generación. Sus letras tienen un importante contenido de observación y análisis sociológico, que al pasar de los años le han dado la razón: la búsqueda de nuestra identidad y de un mejor futuro”.
“Era una ciudad de plástico de esas que no quiero ver De edificios cancerosos y un corazón de oropel
Donde en vez de un sol amanece un dólar
Donde nadie ríe donde nadie llora
Con gente con rostros de poliéster
Que escuchan sin oír y miran sin ver”...
(Plástico)
La mordida a la Gran Manzana
Aunque Rubén Blades participó en Panamá en grupos locales como Los salvajes del ritmo y Bush y su nuevo sonido, su salto al Olimpo musical ocurrió cuando fue a la Gran Manzana a grabar De Panamá a Nueva York (1974) con el maestro Pete Rodríguez, y luego al formar parte del departamento de correspondencia de la Fania Records.
En la mítica compañía obtuvo increíbles experiencias. Un día en los estudios de grabación, se enteró de que el conguero Ray Barretto necesitaba un sonero y así Blades estuvo presente en el disco Barreto. En 1975 colaboró con sus temas en grabaciones de Andy Harlow, Tito Allen e Ismael Miranda. Ese mismo año participó en el disco El bueno, el malo y el feo, del trombonista Willie Colón, con el tema El Cazanguero.
Méritos que le ayudaron a integrarse a la Fania All Stars, el más extraordinario colectivo de salsa, idea de Jerry Masucci y Johnny Pacheco, en la que se unieron cuatro orquestas: dos lideradas por veteranos (Pacheco y Ray Barreto) y otras a cargo de jóvenes (Larry Harlow y Willie Colón).
Colón y Blades se conocieron a inicios de los años 1970, cuando el primero se presentó en Panamá en la Plaza 5 de Mayo, en Vía España y en el Club de Yates y Pesca, y el segundo comenzaba sus pasos hacia una carrera en el canto y la composición.
Colón y Blades se entendieron bien desde el principio porque eran casi de la misma edad. En 1978 el primero tenía 28 años y el segundo 30. Colón, con un concepto más panamericano, comprendió las letras de Blades, esos cuentos y crónica musicalizadas.
Confiando en el juicio de Colón, la Fania dio su bendición a lo que hacían.
En el verano estadounidense de 1977, apareció Metiendo mano. En la portada del álbum, Colón era un satisfecho entrenador de boxeo, quien alzaba los brazos de su triunfante pupilo: Blades.
En solo dos meses dos de sus temas, Plantación adentro, de Catalino ‘Tite’ Curet Alonso, y Pablo Pueblo, de Blades, llegaron al primer lugar del hit parade de Nueva York, Caracas, Bogotá y el Caribe. Eran canciones de denuncia social, donde unas letras poéticas y certeras eran tan vitales como el ritmo contagioso que las acompañaba.
Los considerados John Lennon y Paul McCartney de la salsa colaboraron por siete años y en ese período hicieron posible los álbumes Metiendo Mano (1977), Siembra (1978), Maestra Vida (1980), Canciones del Solar de los Aburridos (1981) y The Last Fight (1982). Más tarde, en 1995, se reunieron por última vez para hacer posible Tras la tormenta.
A finales de los años 70, ni Madame Kalalú hubiera adivinado en su bola de cristal que la amistad terminaría en 2007, cuando el trombonista demandó al panameño por la suma de 115 mil dólares.
Lo acusó de incumplimiento de contrato, al responsabilizarlo de no recibir dividendos de un concierto en Puerto Rico en 2003. En su momento, el hoy ministro de Turismo de Panamá nombró como artífices del delito a Arturo Martínez y Roberto Morgado, quienes los representaron en aquella velada en la que ni Colón ni Blades obtuvieron remuneración.
El líder de la banda Irakere y ganador del Grammy, Chucho Valdés, ha dicho que la salsa no ha vuelto a tener el mismo nivel de excelencia que tuvo gracias a “Eddie Palmieri, Ray Barretto, Rubén Blades y Willie Colón, siendo el punto máximo el elepé Siembra, pero luego [la salsa] se ha comercializado con el amor y la cama” (La Prensa, 1998).
Los cuatro pelaítos
En sus actuales oficinas de la Autoridad de Turismo, en el área bancaria, Rubén Blades toma en sus manos el LP de Siembra que se le ha llevado para la entrevista y que es propiedad de Emir Córdoba. “Este debe ser un original”, dice. Lo abre y mira como quien revisa un objeto familiar que hace tiempo no veía. Aquí yo tenía ¿30 años? Se refiere a las fotos tomadas durante la grabación del disco por Fabián Ross y que aparecen en el elepé acompañando las letras de las canciones. En tres fotos está Rubén, en dos Willie. En una aparecen juntos.
Esa grabación no pudo haber durado más de tres días, piensa Rubén. Grabar entonces era muy fácil, se reunía al cantante con la orquesta y en un buen día se podía grabar siete canciones. Lo que sí tomo tiempo fue, por ejemplo, incluir los violines en la canción Siembra, una idea de Willie que siempre fue “un productor muy bueno” dice Rubén, quien recuerda cómo les costó a “los tipos de la filarmónica” acoplar sus violines al tema de salsa.
El disco en las manos de Rubén tiene en la carátula a cuatro bebés en pañales. Sobre cada niño hay un nombre escrito con bolígrafo, ocurrencia del dueño del disco.
La idea original de la portada fue del compositor panameño, quien prefiere no salir en las portadas. Él pidió usar cuatro niños de razas diferentes, además de dibujos de flores, árboles y arco iris en un estilo muy de los años 70.
El diseño de la portada estuvo a cargo de Irene Perlicz. Cuando Rubén la vio por primera vez se dijo: “esto no es lo que había pensado”. Pero los bebés, cuatro modelos contratados, no aceptaron demasiadas indicaciones de parte del fotógrafo.
La puntita del iceberg del éxito musical la vieron Colón y Blades cuando llegaron a Venezuela. Seis temas de Siembra estaban entre las 20 canciones más escuchadas en ese país. Personajes de la televisión como Joselo hacían imitaciones de Pedro Navaja. En ese país el elepé vendió casi medio millón de copias. Rubén había incluido en el disco una canción para la diosa “en la montaña de Sorte, por Yaracuy”: María Lionza, la virgen venerada en Venezuela.
Siembra tiene siete canciones porque para mantener la sonoridad de la banda, lo recomendable era grabar 19 minutos en cada cara. En ese álbum estaban “empujando los minutos”.
Dime es la única canción romántica del disco: Rubén no es conocido por cantarle al amor; según él, otros lo hacen mejor; él se quedó con lo que no hacían los demás: temas sociales.
En ese tiempo todos los discos tenían un tema de amor, “seguro Willie me dijo ‘hay que poner uno’, y por eso lo hicimos”. Así salió:
“Dime, ¿cómo me arranco del alma esta pena de amor, esta pena de amor, está pena de amor?...”
El tema más breve del disco es Ojos de Johnny Ortiz, Rubén quiso grabarlo desde el primer momento en que la escuchó.
Una canción que tuvo más éxito de la que esperaban es Buscando Guayaba ¿Y qué es esa guayaba? Rubén sonríe con picardía. “Yo siempre fui picaflor, mujeriego y andaba en busca de esa gran experiencia”. La canción dice “Me fui pa’l monte, buscando guayaba, por la vereda del ocho y el dos”. Esa era la dirección, el 82, donde él vivía con su pareja de entonces, la artista Paula C.
Tal vez hubo otras canciones que se quisieron incluir en el disco, de la que sí se acuerda Rubén es de Ligia Elena, pero ya no cupo. La canción de la cándida niña de sociedad y su trompetista quedaría para Canciones del Solar de los Aburridos.
Siembra trajo el dinero y la fama. “Willie se compró una casa con ese disco”, dice Blades. Con sombrero de ala ancha
Rubén dice que siempre supo que Pedro Navaja le iba a gustar a la gente; la misma corazonada la tendría años después con Amor y Control y Patria.
El guapo de sombrero de ala ancha y diente de oro rápidamente fue acogido por los jóvenes, los estudiantes.
Rubén no ve en su personaje nada político. Un poco más de ese ingrediente podría haber en Plástico, que criticaba las apariencias y los modelos importados. Y es en esa canción donde al final dice “Nicaragua sin Somoza”.
Al compositor le gustaría que se reconociera a Pedro Navaja por presentar a una mujer y a un hombre en igualdad de condiciones; para los dos la vida era dura: él robaba y ella se prostituía. Pero esta mujer no era una víctima, respondía a la agresión y tenía la última palabra “Pedro Navaja, no estás en na”.
Ambos mueren, ella apuñalada por él para quitarle el dinero y él del disparo que le hace ella para defenderse. Un borracho pasa después entre los dos cuerpos, se queda con el revólver y con el dinero. Nadie sabe para quién trabaja, “la vida te da sorpresas”.
En esta historia gusta la ironía, la gran lección de vida: quien cree que se las sabe todas, al final no sabe nada. El arreglo musical es de Luis ‘Perico’ Ortiz, a quien no se le ha dado suficiente reconocimiento, opina Blades.
Tras el éxito de Pedro Navaja, Rubén recibe cerros de cartas con dibujos en los que Pedro es negro, chino, blanco, mestizo, dependiendo del lugar de donde
viene la carta. “Yo nunca dije de qué color era el sombrero”. Lo que sí es que este personaje camina en una calle del barrio de San Felipe, de Santa Ana, donde el compositor se crió.
Sobre Pedro Navaja, Gabriel García Márquez ha dicho dos cumplidos: uno, que a él le hubiera gustado inventarlo, y el segundo es que gracias a Pedro, Blades es “el desconocido más famoso del mundo”, porque a lo mejor en el mundo no sepan quién es su autor, pero sí saben quién es él.
En su última gira de conciertos por Europa el panameño se encontró con fanáticos, incluyendo jóvenes, que coreaban Pedro Navaja.
Sobre su relación con Willie Colón, Rubén dice no guardar resentimiento, pero tampoco está en sus planes intentar un acercamiento. Dice que de ellos juntos quedan los discos.
Tras el éxito de Siembra, la Fania quería repetirlo. “Quisieron hacer Cosecha, y en vez de Plástico, Celofán, y por Pedro Navaja, Juan Machete”, dice el cantautor.
Años después Rubén Blades se encontró con aquel dj que dijo que el disco sería la muerte comercial de Willie Colón:
— ¡Rubén! ¿Te lo dije o no te lo dije que eso iba a ser un éxito?
— Cómo no, como no— dice Rubén que respondió.
Si él era feliz recordándolo así, no le iba decir “mentiroso, si fuera por ti me hubieran botao ese día”.
La vida te da sorpresas.
El guapo del barrio
En 1700 el inglés John Gay publicó su obra Beggar’s Opera, protagonizada por prostitutas, ladrones y menesterosos. Fue un escándalo para aquella conservadora Europa.
En 1928, el dramaturgo Bertolt Brecht y el compositor Kurt Weill retomaron esa historia en La ópera de los dos centavos, en la que Mackie Navaja mataba y robaba a quien cometiera el error de pasar por las calles de un barrio de Soho.
Sus andanzas, descritas en la canción Mack the Knife, luego fueron cantadas por Frank Sinatra, Ella Fitzgerald y Tony Bennett, entre otros.
A los ocho años, Rubén Blades escuchó en una estación de radio, en Panamá, Mack the Knife en la voz de Bobby Darin.
Cuando Blades estuvo en Nueva York en los años 1970 vio el movimiento social en los barrios latinos y encontró el material para su propia versión de lo que sería su Pedro Navaja, quien sería luego la inspiración para otros malandros del pentagrama como Roberto Revólver, Joe Conexión, Felipe Assagay y Juanito Alimaña.
Pedro, levántate y anda
En la película mexicana Pedro Navaja (1984), de Alfonso Rosas Priego, se utilizó al que usaba sombrero de ala ancha sin el consentimiento de Rubén Blades, por lo que el padre de la criatura decidió traerlo a la vida en Sorpresas, que perteneció al álbum Escenas (1986).
“La Fania vendió mis derechos sobre Pedro Navaja a un grupo mexicano para hacer una película. Porque, como tenían la música, también quisieron apropiarse del personaje. Entonces me comuniqué con Rosas Priego para decirle: ‘Como usted saque esa película, lo voy a demandar, porque a mí no me han preguntado nada’. Pero la película ya se había hecho. Entonces lo único que pude obtener fue una satisfacción económica. Pero ahí dije: ‘Me estarán alquilando la canción, pero el personaje ¡es mío!’. Y dije: ‘Ahora les voy a revivir a Pedro para que vean que están hablando tonterías.” (periódico Página 12, 2002).
Aunque con Escenas obtuvo uno de sus cinco premios Grammy, Sorpresas no obtuvo la misma repercusión que Pedro Navaja.
Tacho Puertas tiene una teoría: “Rubén grababa para el sello norteamericano Elektra, que estaba más orientado al rock. Fue una falla de promoción y estrategia, pues ese mismo año habían lanzado el disco de Rubén en inglés. Además la situación en Panamá estaba enrarecida por los desmanes de los militares y la canción pasó desapercibida” DESCARGAR PARTE1
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Hola ¿te sería posible resubir este disco pero a 320 kbps? Me interesa escucharlo.
ResponderEliminargracias men
ResponderEliminarPerfecto ahora si a bailar, gracias amigo que el padre te bendiga :)
ResponderEliminarExcelente aporte de la musica latina, mil gracias
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